- By Andrés Ortega Martínez
- 27/08/2020
- 1 Comment
Los que saben de talento saben de buena tinta que se avecinan tiempos complicados. Que toca racha de vacas flacas adelgazadas por un virus diminuto y esta vez será más difícil de lo normal estimar cuanto tiempo pasará hasta que las vacas vuelvan a engordar.
En las organizaciones se ha generado el caldo de cultivo ideal para que los que saben de talento hagan sus vaticinios. Equipados con el poder de ver lo que otros no ven ya están identificando las capacidades de los mejores, de los talentos que permitirán mantener a flote el navío durante la tempestad.
No hay nada más peligroso para una organización que atraviesa una crisis empoderar las capacidades subjetivas y premonitorias de los que saben de talento.
Porque es humano tratar de identificar a aquellos que tienen las habilidades necesarias para proteger los intereses del área, del departamento, de la unidad de negocio, porque es humano querer contar con aquellos que velarán porque la parte no se descuelgue del todo.
Por eso es peligroso confundir talento con fidelidad y servilismo. Por que no es lo mismo ser fiel y estar dispuesto a velar por los intereses del líder que contribuir con las capacidades necesarias a que la organización llegue a buen puerto y no se hunda… en su conjunto.
Las organizaciones no tienen tiempo para permitirse el lujo de empoderar a los que saben de talento, porque en realidad de lo que saben es de proteger sus intereses. Ninguna organización debería perder un solo segundo en dar crédito a los vaticinios de aquellos que confunden talento con rendir pleitesía.
Se antoja urgente dar un golpe de estado a la dictadura del subjetivismo. Implantar por el decreto ley del sentido común la objetividad como sistema para gobernar la gestión del talento. Derrocar cualquier intento de confundir talento con servidumbre.
Los próximos meses y años van a ser tiempos de pensar en el todo y no en las partes. De entender que la organización como un conjunto se va a enfrentar a los vaivenes de un mercado herido de muerte y que se va a necesitar toda la artillería de capacidades que sea posible para que la empresa pueda replantear su propuesta de valor, redefinir su estrategia y ejecutarla.
Y, para esta tarea se va a tener que seleccionar tanto dentro como fuera, de forma objetiva y cuidadosa a aquellos que tengan las habilidades, las capacidades, en definitiva, el talento que realmente se va a necesitar.
Los tiempos de premiar las capacidades que convienen se han acabado. En economía de guerra no sirve el “bienquedismo”, solo sirven las capacidades que funcionan en una situación de este tipo. Normalmente las capacidades más incómodas: la crítica, el inconformismo, la disrupción, la honestidad radical. Casualmente las capacidades menos útiles al servilismo y la complacencia.
Los que de verdad saben de talento, son conscientes de su papel fundamental en las organizaciones contemporáneas a la pandemia. Su papel, es más necesario que nunca. Tienen que provocar la incomoda reflexión en aquellos que creen que saben de talento para que estos reconozcan que no son tiempos de “bienquedismo” sino de ubicar a las personas que son capaces de hacer lo que hay que hacer.
Los que de verdad saben de talento tienen que hacer prevalecer la objetividad por encima de la subjetividad.
Y lo que hay que hacer sin demora es replantear la propuesta de valor para un cliente con nuevas necesidades, replantear los procesos de siempre – presumiblemente inservibles en un entorno digitalizado a la fuerza- y adecuarlos a la nueva realidad.
Lo que hay que hacer es cuestionar si los comportamientos que nos trajeron hasta aquí, serán los mismos que en esta situación nos lleven en otra dirección.
Los que saben de talento, en realidad saben más de otras cosas. Saben de proteger sus intereses, sus reinos de taifas, y, de lo que saben bien es de identificar a aquellos que protegen sus intereses.
Pero los que de verdad saben de talento, saben que en ocasiones las organizaciones necesitan identificar el talento que realmente les sacará del atolladero o que no permitirá que se hunda en él.
Y en estos tiempos de incertidumbre máxima, de pandemias y curvas, el único confinamiento que no puede darse es el de los profesionales que saben de talento de verdad.
El de aquellos que son capaces de confrontar el status quo que se preocupa por asegurar que la pleitesía se sigue rindiendo y que, sin embargo, se esfuerza por implantar la objetividad necesaria en los procesos y en el sentido común organizativo.
No confinemos a los que de verdad saben de talento. Nos va la vida en ello.
http://andres-ortega.com/los-que-saben-de-talento/